Ahora que hay boniatos para dar y tomar y recetas de todo tipo para ellos, me ha entrado la vena nostálgica, echo de menos los pastissets de moniato comprados en una panadería cercana a la casa en que vivía cuando me instalé en Barcelona. La dueña era valenciana y siempre contaba que en otoño eran dulces típicos de su tierra. Como la masa no es un secreto de estado, la mujer la explicaba sin ningún reparo, entre otras cosas porque en general sabía que haciéndolos ella… para qué te ibas a meter a hacerlos tú. Hace años desapareció la panadería y con ella los pastissets, por eso me ha apetecido intentarlo a ver si salían parecidos. Confieso que el aspecto no es muy profesional, pero oye, como ahora se lleva lo rústico…
Ingredientes (para 10 ó 12 pastissets)
para el relleno
- 4 boniatos medianos (600 gr aprox)
- 6 ó 7 cucharadas soperas de azúcar (necesitaremos más si los boniatos no son todo lo dulces que desearíamos cuando salgan del horno)
- ralladura de medio limón
- media cucharilla de canela en polvo
para la masa
- 475 gr de harina de trigo, la de todo uso.
- 50 gr de azúcar
- 200 ml de aceite de oliva suave
- 100 ml de anís seco (el del Mono es el que he usado, el de la etiqueta verde)
- 50 ml de vino moscatel
- 1 cucharilla de matalafuga (matalauva, matalahuga… es decir: anís verde!)
- 1 huevo batido para pincelar los pastissets antes de hornearlos
- azúcar moreno para espolvorear
- papel film, para hacernos más llevadero el momento de extender la masa
Comenzamos por los boniatos. Los lavamos bien y los envolvemos en papel de aluminio. Los ponemos sobre una bandeja forrada con papel de horno. Los horneamos a 180º durante 1/2 hora o 3/4. Lo mejor es pincharlos para ver si ya están blanditos, que cada horno es: un muuundo (frase recurrente en un blog de cocina). Total, que cuando estén hechos, los sacamos, dejamos que se templen un poco, entonces les quitamos la piel y mezclamos la pulpa con el azúcar, ralladura de limón y la canela. Probamos qué tal andan de dulzor, si queremos les añadimos más azúcar, esto es ya a gusto del cocinero! Ya tenemos la pasta para el relleno. Reservamos. Y todo hay que decirlo, está más óptima de un día para otro, ep! no es obligatorio, además se corre el riesgo de empezar a meter la cuchara y no parar de comérsela!
Ahora la masa. En un cazo ponemos el azúcar, el aceite, el anís y el moscatel. Lo calentamos a fuego suave un momento, removiendo con cuidado para que el azúcar se disuelva. Retiramos del fuego.
En un cuenco amplio ponemos la harina, hacemos un hueco en medio, vertemos una pequeña cantidad del líquido del cazo, con una cuchara mezclamos, vamos añadiendo el líquido en tandas pequeñas para que sea más fácil la operación mezcla. Poco a poco veremos como se nos va formando una masa pastosa, pero como está aceitada casi no se pega ya a la cuchara. Podemos meter la mano y amasar, sin miedo, estará ligeramente caliente y nos parecerá que se nos enganchará a las manos… al principio un poco, luego se va ligando y queda como «blandurri» y podemos sacar la mano limpia de masa. La dejamos reposar en el cuenco tapado con un trapo limpio durante media hora, tiempo para que acabe de enfriarse la masa del sobeteo que le hemos dado.
Hacemos bolitas de masa, procurando que todas tengan el mismo peso… viene bien tener la báscula a mano.
Nos preparamos la bandeja de hornear, con papel de horno para no mancharla.
Colocamos un trozo de papel film en la mesa de trabajo, colocamos una bolita en un lado y la tapamos con el resto de papel, aplastamos con la mano para hacerla finita (sin pasarse que es una masa delicadilla) y redonda. Así nos será más sencillo aplanar. Le colocamos una cucharada de relleno o lo que nuestra lógica considere adecuado. Cerramos con ayuda del papel film, dandole forma de empanadilla y lo vamos colocando en la bandeja de horno que tenemos preparada y procuramos que el cierre de la «empanadilla» quede debajo.
Cuando los tengamos listos, los pincelamos con el huevo batido y espolvoreamos azúcar moreno por encima. Los metemos en el horno precalentado a 180º calor arriba y abajo y si tenemos aire pues también. Los tenemos unos 15 ó 20 minutos… hasta que estén dorados.
Los sacamos a una rejilla para que se enfríen.
Una vez completamente fríos, los podemos guardar en una caja de lata y duran 1 semana.
Hala! que quede bien claro que estamos en pleno otoño camino del invierno.